
La actitud de profunda reverencia es la única que cabe ante el misterio de Dios.
Hoy en día, en la iglesia se ha optado por adoptar unas formas litúrgicas que tratan de presentar un Dios cercano en lugar de optar por formas litúrgicas que, en la medida de lo posible, expresen la impresión interior de profundo respeto, sobrecogimiento y admiración profunda de quien atisba el Gran Misterio de Dios.
Así, abundan las representaciones de Cristo en forma de dibujos infantiles y viñetas y los cantos de letras en las que prima el sentimentalismo frente al silencio y las formas litúrgicas que enfaticen y ayuden a tomar conciencia de la grandeza de los profundos misterios a los que nos aproximamos durante la liturgia.
Esto no es malo en si mismo y puede ayudar a que algunos jóvenes, niños y determinados colectivos de gente se sientan atraídos por el camino Cristiano, pero pensamos que lo que debiera primar es una alternativa litúrgica mas centrada en el silencio que ayude a tomar conciencia de la Grandeza insondable de los misterios a los que nos aproximamos durante las celebraciones litúrgicas.
En esta era desacralizada, ese misterio profundo es lo que, inconscientemente, anhela el ser humano. La humanidad tiene necesidad de saber que existe algo profundamente hermoso, Grande, maravilloso, poderoso.. algo mucho mas inmenso que el Dios humanamente bueno que habitualmente se nos presenta. Pensamos que poner el énfasis en el Gran Misterio que la realidad de Dios supone, atraería mas personas a la iglesia y ayudaría a reverdecerla.
El temor sagrado va intrínsecamente unido a la belleza. Algo realmente hermoso no puede sino producir esa impresión interior de respeto y admiración profunda ante la cual uno no puede sino arrodillarse y agradecer desde lo mas profundo.
La estrategia de intentar atraer a la gente presentando una imagen de un Dios cercano demasiado terreno parte de la causa de hacernos una idea demasiado humana del amor de Dios y de intentar compensar los errores pasados en los que se ha tendido a presentar una imagen de un Dios juez demasiado riguroso al que había que temer. Ni lo uno ni lo otro.
No hay que tener miedo de Dios. El miedo impide acercarse a aquello que se teme. Cuando la escritura habla del temor de Dios no quiere decir que tengamos que tener miedo de Dios. Se refiere mas bien al temor a que nuestras tendencias pecaminosas nos alejen de Él y a esa actitud de respeto profundo ante la Gran Belleza y la Inmensidad del Misterio de Dios que acompaña al verdadero amor a Dios.
Por otra parte, tampoco hay que confundir el amor de Dios que le llevó a humanarse en Jesucristo con un sentimentalismo mas carnal que espiritual que induzca a presentar una imagen de Dios de atributos demasiado humanos que elimine la enorme distancia que media entre Dios y el estado carnal del hombre terreno. Ese Dios carnal esta muy lejos del Gran Dios que anhela nuestro corazón y que en realidad es y al que mediante los insondables misterios de nuestra Fe, estamos llamados a unirnos.
No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Éxodo 3:5.
Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. Filipenses 2:12.
El TOTALMENTE OTRO aunque más íntimo a nosotros que la propia intimidad. Que Él nos revele Quién es y cómo es.
Que acojamos en silencio y gratitud su Misterio.
Me gustaMe gusta
Así es Sole, que gran verdad. Así sea, un saludo¡
Me gustaMe gusta