Lista de todas las publicaciones:


1- Exposición de la Fe Cristiana

2- De la era actual, el nihilismo y Jesucristo

3- De los Nombres De Dios

4- De los Nombres De Dios. Versión resumida

5- Del símbolo y de la importancia de lo exterior

6- Del Cuerpo Místico De Cristo

7- El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo

8- Arquetipo e imagen

9- El pecado

10- El Sufrimiento

11- La Consagración

12- La Gran Señal en el Cielo

13- Análisis del mundo moderno

14- El Principio. Génesis 1:1-5 y Juan 1:1-5.

15- Identidad, seguridades y aceptación de nosotros mismos

16- La Canción de las canciones

17- La Ley, La Gracia y El Espíritu Santo

18- El árbol de la vida

19- La Guerra Santa

20- El Amor de Dios

21- El espejo del alma

22- ¿Es este escrito el final de la duda?

23- Jesús, el paradigma

24- El camino

25- Aceptación de la vida

26- La perfecta sinfonía

27- Tradicionalismo, progresismo y espiritualidad

28- Miedo, apego y deseo

29- ¿Quién es mi madre y mis hermanos?

30- La oración y sus efectos

31- La oración de Jesús u oración del corazón. Consejos para su práctica.

32- Virtud y anhelo de Dios

33- Identidad y misión

34- La experiencia fundante

35- Una regla de vida

36- Trampas en el camino espiritual

37- Sed de Dios

38- De la oscuridad a la luz

39- Solo Jesús puede saciar nuestra sed

40- Tres puertas a la oración

41- La oración de súplica

42- Caminar ante El Señor

43- Etapas en el sentimiento espiritual

44- La esencia del discernimiento

45- La atención amorosa a Jesucristo

46- Temor y temblor

47- Jerusalén

48- El Gran Rostro primordial

49- Conciencia de su presencia

50- Un refugio interior

51- Ofrenda de olor fragante

Ofrenda de olor fragante




Durante el tiempo en que enfocamos nuestra atención en algo todo lo demás deja de existir para nosotros a excepción de aquello a lo que atendemos. Darle, pues, nuestra atención al Señor es darle todo lo que tenemos.

«Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» dice El Señor. Imposible será mantener nuestra memoria y nuestra atención en El Señor de una manera persistente y prolongada si tenemos el corazón demasiado apegado a otras realidades temporales y Él no es la fuente de nuestra alegría, pues nuestro pensamiento se irá detrás de aquello que amamos y adonde tenemos apegado nuestro corazón. Es preciso que El Señor se convierta en la fuente de nuestra alegría y recordarlo se convierta en nuestro principal gozo. ¡Que afortunados somos! ¡Realmente El Señor Jesucristo está ahí existiendo! ¡La existencia no es algo absurdo y caótico sino que Él, Nuestro Señor Jesucristo, mas maravilloso que todo cuanto podamos imaginar, está detrás de todo, rigiéndolo todo¡ ¡La existencia existe y es buena! ¡Está a nuestro favor! ¡La existencia, el espacio y el tiempo, todo existe por Él¡

Cuando se enciende la lampara de nuestro corazón el humo del incienso de nuestro agradecimiento y alabanza sube en olor fragrante a Nuestro Dios. En el corazón encendido tiene lugar la celebración de la vida. Esta es la adoración verdadera, en Espíritu y en verdad, para la que El Señor nos ha creado y esto es lo único que puede colmar el corazón humano y en lo que consiste la verdadera felicidad. Ese es el mandamiento.

¿Cómo encender la lámpara de nuestro corazón? Si bien es un Don de Dios que no está en nuestra mano recibir y que Él nos concederá cuando estime que estamos preparados, debemos buscarlo activamente mediante la oración y la correcta acción. Por oración entendemos lo que atañe a nuestra relación con Dios y por correcta acción entendemos todo lo que atañe a nuestra relación con todo lo que es temporal o terreno. Debemos poner la acción al servicio de la oración, lo terreno y temporal al servicio de lo eterno y celestial, la carne al servicio del espíritu, pues cuando lo terreno se absolutiza convirtiéndose en lo que motiva nuestras acciones en lugar de permanecer como instrumento o medio hacia lo celestial, aún siendo bueno en sí, se convierte en fuente de sufrimiento.

Si bien se manifiesta de muchas maneras, con muy distintas y variadas ramificaciones, hay tres raíces principales sobre las que se sostiene el reino del hombre viejo en nuestro corazón: La búsqueda de placer terreno, la codicia de riquezas y el deseo de reconocimiento ajeno. Además de estas tres principales raíces que atañen a la búsqueda de la felicidad en lo exterior a uno mismo, cabe destacar la autocomplacencia en lo que uno cree ser, que busca la felicidad en la imagen propia en lugar de hacerlo en Dios. Cuando uno de estos motivos se convierte en el motor que impulsa nuestra acción, debemos tomar conciencia de ello, identificarlo y reconducir o no la acción mediante un acto de discernimiento, sabiendo que nada de eso puede conducirnos a la felicidad y colmar nuestro corazón. Cuando uno de estos motivos se ha convertido en el motor que mueve, ya no solo una acción concreta, sino todas nuestras acciones siendo así el sentido de nuestra vida, nos conducimos despeñados hacia el sufrimiento.

En lugar de ello, debemos hacer oración de nuestra acción. Consagrar la acción a Dios ofrendándosela como una oración hecha actividad. Orar con nuestra vida utilizando la actividad como un medio para acercarnos a Nuestro Señor. Para ello es necesario mantener el vínculo atencional hacia el Señor y la conciencia de su presencia. Esto no será posible de manera sostenida a menos que el fuego del Espíritu haya despertado en cierto grado el sentimiento espiritual y el recuerdo del Señor se haya convertido en nuestro principal gozo como dijimos mas arriba.

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Mateo 7:13-14.

«En general no debemos ligarnos excesivamente a las reglas, sino permanecer libres a su respecto no teniendo mas que un fin: Mantener la atención dirigida hacia Dios en un sentimiento de adoración»

«..el remedio es siempre el mismo; no dejar que la atención se aleje del Señor ni perder la conciencia de su presencia.» Teófano el Recluso.


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Un refugio interior




¿A que podemos comparar la comunión con El Señor? Es como un refugio interior de Paz y serena alegría. Un lugar interior al que podemos retirarnos en cualquier momento y que nos sirve de refugio ante los vientos y lluvias de las circunstancias exteriores, no permitiendo que estos nos toquen y otorgándonos libertad de reacción respecto a ellos.

Sin este refugio interior resulta muy difícil no reaccionar y no perder la libertad respecto a los acontecimientos exteriores adversos. Inevitablemente surgirán en nosotros emociones y sentimientos que nos zarandearán y nos impedirán actuar según las instrucciones del Señor, si no en lo exterior al menos en lo interior. Pongamos un ejemplo: Si vamos por la calle y alguien nos insulta, no podremos evitar que surjan en nosotros emociones de tristeza, miedo o ira que pueden llevarnos a reaccionar o no impulsivamente según nuestra capacidad de autocontrol. Sin embargo, cuando ya El Señor nos ha concedido esta comunión espiritual con Él, este insulto no nos afectará emocionalmente; permaneceremos serenos y felices disfrutando de nuestra comunión con Dios en nuestro refugio interior y ese insulto será como una lluvia que se estrella con el tejado pero no nos llega a tocar. Entonces, libres de emociones reactivas, seremos libres de actuar de una u otra manera según discernamos que es la voluntad del Señor desde nuestro refugio de Paz.

Según las enseñanzas de los espirituales, El Señor suele otorgar esta comunión con Él a los que se esfuerzan en buscarle y poner por obra su palabra. Entonces, despertándose el anhelo de Él cada vez más, el Señor concede un principio de esta Paz y alegría espiritual a quien esta preparado para recibirlo. Esta comunión con Él le otorga una mayor sensibilidad al Espíritu Santo para discernir su voluntad en todas las cosas, grandes y pequeñas, exteriores e interiores, y le da la capacidad de seguir su guía. Si el hombre es fiel a las inspiraciones de la Gracia, esta crecerá y el fuego interior de Paz y alegría se hará cada vez mas fuerte y le capacitará cada vez mas para seguirle hasta llegar a ser, el hombre, un reflejo puro de Dios. Pero si el hombre no tiene cuidado y comienza a despreciar la guía de la Gracia y cae en la negligencia, el fuego de la comunión con El Señor se apagará y, si bien las puertas nunca se le cerraran, tendrá por delante un duro camino de purificación y aprendizaje en las tinieblas exteriores hasta que El Señor le vuelva a conceder entrar en el gozo de su presencia. Por otra parte pienso que tarde o temprano esa purificación habría sido necesaria, pues de haber llegado ya a la perfección y de no haber sido necesaria esa purificación, la caída nunca habría tenido lugar.

Así pues, vemos que la Gracia es el principio y fundamento de todo pero es necesaria nuestra respuesta para que esta se establezca y crezca como enseñó el Señor en la parábola del sembrador. La Gracia nos llama y atrae, el hombre sigue esa llamada y busca y El Señor responde a esa búsqueda aumentando la acción de la Gracia que capacita cada vez mas al hombre para seguirle. Hay necesarios momentos de aridez en los que el viento de esta Gracia sensible nos es quitada y tenemos que seguir al Señor remando a voluntad desnuda; confiemos en El Señor que absolutamente todo esta bajo su control y es para nuestro bien.

Es imposible seguir las enseñanzas de Cristo perfectamente hasta que esa comunión con Dios nos es otorgada, pues esta es la vida nueva que obra la ley de Dios naturalmente. Hasta ese momento podemos cumplir los mandamientos de Cristo solo de manera exterior e imperfecta pero nos es imposible cumplirlos interior y perfectamente. Así mismo, antes de que esa comunión con Cristo nos sea otorgada, sentimientos y emociones negativas harán aparición inevitablemente en nuestro campo de conciencia e inevitablemente condicionarán nuestro comportamiento exterior. Todo cambia cuando recibimos este don inestimable que nos permite obrar desde la Gracia y no ya desde nuestras fuerzas. Que El Señor Jesucristo, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, nos de su Paz y nos acoja en el santo gozo de su presencia.


Relacionado: La Ley, La Gracia y El Espíritu Santo





Conciencia de su presencia



La atención al Señor es la piedra angular de la vida espiritual. Ella es la esencia de la oración. Se podría replicar que es el amor pero precisamente el fruto principal del verdadero amor espiritual es la atención al Señor.

¿Cual es la cualidad que permite sostener y mantener esta atención al Señor? La conciencia de su presencia. Esta conciencia de la presencia del Señor avivada, da lugar al amor espiritual que, sosteniendo nuestra atención, la permite permanecer en El Señor en atención amorosa. Al aumentar la conciencia de su presencia podemos mantener la atención centrada en Él. Es la conciencia de su presencia la que, avivada, enciende el amor a Dios que capacita a la atención para mantenerse fija en el Señor.

¿Cómo aumentar la conciencia de la presencia del Señor? a través de los tiempos dedicados exclusivamente a la oración y a través del recuerdo continuo de Dios. Podemos apoyarnos en las jaculatorias o simplemente recordar al Señor Jesucristo en un recuerdo sencillo, recordando que Él es, que está ahí existiendo y volviendo a ese recuerdo cuando nos descubramos divagando. Ese recuerdo despierta la atención y el amor que ha de sostenerla; la llama espiritual interior.

Así pues, vemos cómo se relacionan estos cuatro pilares de la vida espiritual: Recuerdo de Dios, Conciencia de la presencia de Dios, amor a Dios y atención a Dios.

Nos sucede que habitualmente la conciencia de la presencia del Señor está como dormida. Nos ponemos a orar pero la atención se nos extravía precisamente porque no tenemos avivada la conciencia de su presencia. ¿como podríamos dirigir la atención a alguien cuando ni siquiera somos conscientes de que ese alguien está ahí? pues bien, así nos sucede habitualmente. A medida que la conciencia de su presencia se aviva, la oración deja de ser distraída. Ya nos sentimos escuchados y se establece un principio de comunión con el Señor que nos permite permanecer con Él en silencios cada vez mas plenos de presencia. De esa conciencia de la presencia del Señor nace la llama del amor divino, el fuego del Espíritu Santo que nos permite sostener nuestra atención y permanecer en la atención amorosa a Jesucristo.

Habitualmente hay como un velo, una nebulosa entre nuestra mente y nuestro corazón. Sabemos que Dios existe y está siempre presente pero nuestro corazón permanece indiferente a esa verdad porque no somos realmente conscientes de ello. Esa verdad se ha convertido en un concepto mental congelado que no produce ninguna respuesta en el corazón. A medida que la conciencia de la presencia del Señor aumenta, este velo, esta nebulosa va disolviéndose y nuestro corazón comienza a responder avivándose la llama de amor que nos ha de unir por completo a Él.

Así pues, es fundamental para nuestra vida espiritual avivar la conciencia de la presencia del Señor. Esta conciencia de su presencia es el principio de la oración, de la atención y del amor al Señor y , a su vez, es avivada por ellas. Algunos consejos para avivar esta conciencia de la presencia del Señor se dieron en la entrada tres puertas a la oración.

Entradas relacionadas:

La atención amorosa a Jesucristo

Tres puertas a la oración

Caminar ante El Señor


El Gran Rostro primordial




Las escrituras nos prometen la visión de Dios cara a cara como bienaventuranza final. Suele decirse que esto es un lenguaje simbólico que antropomorfiza en exceso a Dios para presentárnoslo de manera mas accesible, sin embargo, hay testimonios de personas a las que se les ha concedido contemplar la hermosura sin limites de ese Santo rostro y que han quedado cautivadas de por vida por la inmensurable hermosura, majestuosidad y grandeza de tal visión. Tenemos el ejemplo del monje Silvano del monte Athos, que cautivado por la visión del rostro de Cristo, derramaba lagrimas buscándole incansablemente tras haber perdido tan enorme e inmerecida Gracia.

Este rostro de Dios es el rostro de Jesucristo, cuyo aliento es el Espíritu Santo de vida. Es el gran Rostro arquetípico que engloba todas las realidades de todos los mundos; todo está contenido en ese Gran Rostro y quien lo ve, ve todas las cosas en Él. En ese rostro Santísimo están contenidos todos nuestros Nombres y todos nuestros rostros. Es la visión celestial por excelencia, toda la hermosura, todo lo bueno, todo lo hermoso, está recogido en ese Santísimo Rostro.

Este Santo rostro es la suprema revelación de Dios; es el Verbo de Dios que creó, a partir de Sí mismo, todas la realidades que a su vez subsisten en Él mismo. Verlo a Él es verse a uno mismo y a todo lo demás. Esta es la visión beatífica del siglo futuro. No es una visión mental estéril, o una mera imaginación que uno pueda contemplar indiferente sino que inevitablemente va acompañada del dulce ardor del Espíritu Santo en el corazón, pues no es posible verlo sino en Él y por Él. No es posible contemplar el Santo Rostro sin acceder a la parte más íntima y sagrada de nosotros mismos, la Jerusalén celestial, Sión en los mas íntimo de nuestro corazón; quien accede a este este lugar, accede al centro de sí mismo, de toda la realidad y de todas las cosas. Este es el lugar de la luz y aquel a quien el Espíritu le abre las puertas de su corazón hasta este lugar santo, sentirá la Luz celestial, el agua viva, la presencia de Dios manando desde ese lugar profundo, inundando la superficie de su ser hasta bañar todo su cuerpo reverdeciéndole, reunificándole y reviviéndole. Lo interior y lo exterior se encuentran y reúnen en nuestro centro mas profundo; quien contempla con los ojos del Espíritu el Santo Rostro de Jesús, aún en lo aparentemente «exterior de si», contempla lo mas interior de si mismo.

De su Rostro brota la vida. Este es el Sol del nuevo día que ilumina la Jerusalén celestial y que aguarda en lo mas profundo de nuestro corazón a amanecer sobre la tierra de nuestro ser. Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios, dice El Señor.



¿Podemos regocijarnos viendo, con los ojos de la carne el sol? Nuestro goce es mayor cuando nuestro espíritu, con los ojos del alma, ve a Cristo, Sol de justicia. San Serafín De Sarov.

El Señor es misericordioso; esto mi alma lo sabe, pero describirlo es imposible. El Señor es infinitamente dulce y humilde, y cuando el alma le contempla, se transforma enteramente en amor de Dios y del prójimo; ella se vuelve también dulce y humilde. Pero si el hombre pierde la gracia, llorará como Adán cuando fue expulsado del Paraíso. Adán gemía, y todo el desierto escuchaba sus gemidos, y lloró durante largos años.

Señor, amigo de los hombres, ¿cómo no olvidaste a tu servidor en su pecado? Desde lo alto de tu Gloria has fijado, en tu misericordia, la mirada sobre mí, y —esto me supera— te me has aparecido… Tu mirada apacible y dulce ha cautivado a mi alma. ¿Qué darte a cambio, Señor, o con qué canto alabarte? Tú das tu gracia para que el alma se inflame sin cesar de amor y no conozca descanso, ni de día ni de noche, en su amor por Dios. El acordarme de ti reanima mi alma; en ninguna parte de la tierra encuentro reposo, si no es en ti. Por eso te busco con lágrimas, y de nuevo te pierdo; y de nuevo mi espíritu quisiera gozar de ti, pero Tú, Tú no me revelas tu Rostro que mi alma anhela noche y día.

Es sólo a ti a quien mi alma desea, Señor. No puedo olvidar tu mirada dulce y apacible, y te suplico con lágrimas: «Ven, establece en mí tu morada, purifícame de mis pecados. Tú ves desde lo alto de tu santa Gloria cómo mi alma te desea. No me abandones, a mí, tu servidor. Escúchame, cuando clamo hacia ti como el profeta David: »Ten piedad de mí, Señor, conforme a tu gran misericordia». Silouan del monte Athos.


Citas:

YHWH haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia. Números 6:25

Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo; Sálvame por tu misericordia. Salmo 31:16

Tus ojos verán al Rey en su hermosura; verán la tierra que está lejos. Isaías 33:17

En la luz del rostro del rey está la vida, Y su benevolencia es como nube de lluvia tardía. Proverbios 16:15

Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para que seamos iluminados con el conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. 2 Corintios 4:6.

La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara. Apocalipsis 21:23

Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos. Apocalipsis 22:3-5

Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios. Mateo 5:8.



La visión Beatífica. Luis De Granada.



Jerusalén




Esta vida es un exilio de nuestra verdadera morada. Imagen de esto es el pueblo de Israel en Egipto. Egipto simboliza nuestro estado terreno de ignorancia de Dios. La liberación de Egipto es la primera experiencia fundante que Dios regala a aquél que está preparado para ello. Entonces comienza el éxodo por el desierto donde tiene que morir nuestro falso yo. Finalmente, al otro lado del río Jordán que simboliza la muerte de lo viejo y el renacimiento y reencuentro de nuestra verdadera identidad en el conocimiento de Cristo, está la Jerusalén celeste, la vida verdadera y nuestra verdadera morada eterna: CRISTO.

Egipto es nuestro estado terreno: Adán, el hombre viejo, la tierra, la noche, la oscuridad, el sueño, la semilla, la sed. El NO. La carencia y la esclavitud.

Jerusalén es nuestro estado celestial: Cristo, el hombre nuevo, el cielo, el día, la luz, la vigilia, el fruto, la saciedad. El SI. La plenitud y la libertad. JESUCRISTO.



Temor y temblor




La actitud de profunda reverencia es la única que cabe ante el misterio de Dios.

Hoy en día, en la iglesia se ha optado por adoptar unas formas litúrgicas que tratan de presentar un Dios cercano en lugar de optar por formas litúrgicas que, en la medida de lo posible, expresen la impresión interior de profundo respeto, sobrecogimiento y admiración profunda de quien atisba el Gran Misterio de Dios.

Así, abundan las representaciones de Cristo en forma de dibujos infantiles y viñetas y los cantos de letras en las que prima el sentimentalismo frente al silencio y las formas litúrgicas que enfaticen y ayuden a tomar conciencia de la grandeza de los profundos misterios a los que nos aproximamos durante la liturgia.

Esto no es malo en si mismo y puede ayudar a que algunos jóvenes, niños y determinados colectivos de gente se sientan atraídos por el camino Cristiano, pero pensamos que lo que debiera primar es una alternativa litúrgica mas centrada en el silencio que ayude a tomar conciencia de la Grandeza insondable de los misterios a los que nos aproximamos durante las celebraciones litúrgicas.

En esta era desacralizada, ese misterio profundo es lo que, inconscientemente, anhela el ser humano. La humanidad tiene necesidad de saber que existe algo profundamente hermoso, Grande, maravilloso, poderoso.. algo mucho mas inmenso que el Dios humanamente bueno que habitualmente se nos presenta. Pensamos que poner el énfasis en el Gran Misterio que la realidad de Dios supone, atraería mas personas a la iglesia y ayudaría a reverdecerla.

El temor sagrado va intrínsecamente unido a la belleza. Algo realmente hermoso no puede sino producir esa impresión interior de respeto y admiración profunda ante la cual uno no puede sino arrodillarse y agradecer desde lo mas profundo.

La estrategia de intentar atraer a la gente presentando una imagen de un Dios cercano demasiado terreno parte de la causa de hacernos una idea demasiado humana del amor de Dios y de intentar compensar los errores pasados en los que se ha tendido a presentar una imagen de un Dios juez demasiado riguroso al que había que temer. Ni lo uno ni lo otro.

No hay que tener miedo de Dios. El miedo impide acercarse a aquello que se teme. Cuando la escritura habla del temor de Dios no quiere decir que tengamos que tener miedo de Dios. Se refiere mas bien al temor a que nuestras tendencias pecaminosas nos alejen de Él y a esa actitud de respeto profundo ante la Gran Belleza y la Inmensidad del Misterio de Dios que acompaña al verdadero amor a Dios.

Por otra parte, tampoco hay que confundir el amor de Dios que le llevó a humanarse en Jesucristo con un sentimentalismo mas carnal que espiritual que induzca a presentar una imagen de Dios de atributos demasiado humanos que elimine la enorme distancia que media entre Dios y el estado carnal del hombre terreno. Ese Dios carnal esta muy lejos del Gran Dios que anhela nuestro corazón y que en realidad es y al que mediante los insondables misterios de nuestra Fe, estamos llamados a unirnos.

No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Éxodo 3:5.

Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. Filipenses 2:12.



La atención amorosa a Jesucristo



El recuerdo de Jesucristo y la atención amorosa a Él son el fundamento de la vida espiritual. Llamamos atención amorosa a la atención sostenida por la Gracia, es decir, a la atención sostenida por el amor del Espíritu Santo.

El problema es que no podemos recordar a Jesucristo y permanecer con la atención centrada en Él porque el amor a Él todavía no se ha despertado en nosotros. ¿Cómo podríamos vivir recordando lo que no amamos? Sin embargo, si el amor a Él se hubiese despertado en nuestro corazón el recuerdo de Jesucristo vendría por si mismo, sin necesidad de esforzarnos por ello. ¿Quién no piensa continuamente en aquél a quien ama? En consecuencia, al no amar a Jesús, no pensamos en Él; y al no recordarle, no podemos centrar la atención en Él y, los breves momentos en que lo recordamos y centramos nuestra atención en Él, nuestra atención es frágil por no estar sostenida por el amor del Espíritu Santo y enseguida vienen otros pensamientos que se llevan cautiva nuestra atención. En consecuencia, no podemos vivir pendientes de hacer su voluntad y con frecuencia nos distraemos en hábitos que son contrarios a nuestro propósito de acercarnos a Él.

Es preciso pues despertar ese amor a Él que avive la conciencia de su presencia y nos permita vivir con la atención centrada en Él. Es entonces cuando comenzará la verdadera vida Espiritual en nosotros y comenzaremos a poder vivir en medio de ese dialogo permanente que Jesús tenía con El Padre Celestial; Viviendo en oración, con la atención siempre centrada en Él, amándole sobre todas la cosas, siempre pendiente de agradarle y hacer su voluntad.

¿Por donde podemos empezar si este amor espiritual aún no se ha encendido en nuestro corazón?

Lo mas fundamental y necesario es ser fieles a los tiempos de oración en intimidad a solas con Jesucristo.

Además, en este punto en que todavía el fuego del Espíritu Santo aun no es perceptible, la lectura de libros de oración y de la Biblia es una gran ayuda, pues ello nos permitirá vivir con el pensamiento puesto en los temas que nos ocupan y será una gran ayuda para mantener firme el propósito de acercarnos a Jesús y para no distraernos y perdernos en los asuntos del mundo. Es preciso que desarrollemos una especie de «obsesión» por Jesucristo y la lectura nos ayudará a ello. Mas adelante, cuando el fuego del Espíritu Santo ya se haya avivado en nuestro corazón, deberemos limitar mas nuestras lecturas y solo cuidar de mantener y avivar ese fuego mediante la oración y los actos que discernamos que son la voluntad de Dios mediante ese vinculo atencional a Jesucristo. Lo esencial será solo tener cuidado de mantener esa atención amorosa a Jesucristo a lo largo del día.

Una vez se haya encendido ese fuego espiritual en nuestro corazón el recuerdo de Jesucristo vendrá de manera natural y, avivada la conciencia de su presencia, la gracia atrapará nuestra atención en Jesucristo en el amor del Espíritu Santo. Esa atención amorosa a Jesucristo nos permitirá vivir en vigilancia, haciendo su voluntad. Por ese vinculo atencional descenderán bendiciones para nosotros y esa atención amorosa a Jesucristo hará crecer el amor a Jesús y al prójimo en nosotros. Este es el comienzo de la verdadera vida Espiritual.


«Por eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos» 2 Timoteo 1:6


Relacionado: Caminar ante El Señor


La esencia del discernimiento




Así como darle la espalda a Dios constituye la esencia del pecado y de la muerte, ponerse en su presencia, tomar conciencia de ella y ser y caminar ante Él es la esencia de la oración y de la vida verdadera.

Este acto de ponerse en su presencia, elevar la atención a Él tomando conciencia de que nada en nosotros se oculta de sus ojos de fuego, es una herramienta poderosísima para discernir la verdadera naturaleza de cualquier cosa que suceda en nuestro interior (una intención, un pensamiento, un sentimiento, una actitud, un camino a seguir..) y para desarraigar de la tierra de nuestro ser todos los cardos y los espinos de nuestra naturaleza terrena.

Cuando dudamos de la naturaleza, buena o mala, acorde o discorde con Dios, de algo en nuestro interior no tenemos mas que elevar la atención a Él y ponerlo ante Él tomando conciencia de que eso acerca de lo cual tenemos dudas está ante la mirada del Señor. Inmediatamente, se nos revelará su verdadera naturaleza y, si es impura, aquello se deshará ante la mirada del Señor como la paja en el fuego.

También cuando nos asalten malos pensamientos o sentimientos es muy útil ponerlos en la presencia del Señor. Podemos acompañar este acto de una oración de petición de ayuda en la forma que nuestro corazón nos dicte. De este modo seremos liberados de su poder y, poco a poco, estos hijos de Adán se irán desarraigando de la tierra de nuestro ser.

Por regla general, cuando hagamos algo pecaminoso o discorde con la naturaleza de Dios, sentiremos, como Adán en el paraíso, falta de confianza para ponernos en su presencia, oscuridad interior, desasosiego, remordimiento y oscuridad interior. Nuestro corazón se apagará y nuestra mente aumentará su actividad generando excusas, justificaciones, dudas.. Sin embargo, cuando un acto sea acorde a su voluntad nos sentiremos mas confiados para ponernos en su presencia y la actividad de nuestra mente se relajará. Para discernir la naturaleza de un acto, no debemos atender a las excusas o justificaciones que nuestra mente genere sino a los frutos que el acto deje en nuestro corazón. Cuando tengamos dudas acerca de si hacer o no hacer algo, podemos echar mano de la herramienta de la imaginación e imaginarnos como nos sentiríamos una vez realizado el acto acerca del cual dudamos. Normalmente se nos revelarán sus frutos, buenos o malos y podremos elegir el camino adecuado.

Mas adelante en el camino Espiritual, llegará el momento en el que la Paz Espiritual, el fuego, el amor espiritual a Cristo Jesús se hará mas patente en nosotros y nos será mas fácil discernir la voluntad de Dios. Aquí el Espíritu nos moverá directamente e indicará el camino en base a ese sentimiento Espiritual. Lo que sea acorde a su voluntad fortificará ese sentimiento de Paz, amor y confianza al Señor y lo que no sea acorde a su voluntad apagará ese fuego espiritual en nuestro corazón.

Respecto a un discernimiento mas general como por ejemplo acerca de que camino debemos seguir, o que modo de vida debemos llevar, es útil atender a cual de las dos resoluciones acerca de las cuales tenemos dudas se fortifica durante la oración. Es común que la resolución acorde a la voluntad de Dios se fortifique cuando nos ponemos en su presencia o tomamos conciencia de su presencia.

Puede suceder que nuestra mente genere objeciones como que este acto de purificar nuestra conducta nos puede llevar a los escrúpulos (dudas constantes acompañadas de temor de ofender a Dios hasta en las cosas mas nimias). Observemos que la naturaleza de los escrúpulos es de índole mental. Nacen en la mente y operan en la mente. Quien se deja guiar por los escrúpulos se guía desde la mente y no desde el corazón. No debemos confundir purificar nuestra conciencia con los escrúpulos, pues la conciencia pertenece al reino del corazón y los escrúpulos al reino de la mente. Una vez mas, pongamos todos esos miedos ante la mirada del Señor y se revelará su verdadera naturaleza.

Resumiendo, hemos tratado las siguientes poderosas herramientas para nuestra vida Espiritual:

  • Ponernos ante la mirada del Señor o tomar conciencia de su presencia (que es la esencia de la vida espiritual) para que se nos revele la verdadera naturaleza de algo y que permanezca lo que es acorde a la voluntad de Dios.
  • Identificar por sus frutos la naturaleza buena o mala de una acción determinada utilizando la imaginación cuando aún no la hayamos realizado.
  • Atender a que resolución se fortifica cuando permanecemos en oración.


Citas bíblicas:

En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. 1 Juan 4:17.

Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados. 1 Juan 2:28.

Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Genesis 3:8-10.

Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:20-21.